El artículo analiza los festejos públicos que se realizaban en Santiago de Guatemala entre los siglos XVI y XVIII. Si bien estas celebraciones reproducían las jerarquías de poder, también constituían un espacio para la interacción de las diferentes etnias que residían en la ciudad y sus alrededores. Las procesiones proporcionaban a las comunidades indígenas la posibilidad de reapropiarse del territorio de sus ancestros.